Rodea el templo hasta la fachada principal, la de la Praza del Obradoiro.
Mira su grandiosidad: por fin estás aquí, donde soñaste!
Haz la señal de la Cruz, comienza a ascender las escaleras, sin prisas: es la meta, es el momento de disfrutar cada paso que des.
¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén.
Mira su grandiosidad: por fin estás aquí, donde soñaste!
Haz la señal de la Cruz, comienza a ascender las escaleras, sin prisas: es la meta, es el momento de disfrutar cada paso que des.
¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén.
El Pórtico de la Gloria
Entrando en el templo, te recibe esta magnífica obra del románico que representa la Historia de la Salvación. A la izquierda, el deseo de la venida de Cristo, simbolizado por cuatro profetas del Antiguo Testamento. A la derecha, el anuncio de Cristo por cuatro Apóstoles; es el Nuevo Testamento. En medio está el Señor, rodeado de su gloria. Él es el templo, el mediador entre Dios y los hombres, el sacerdote. Él sostiene la puerta, Él nos pone en comunicación con la vida divina, por Él entramos en la verdadera vida a través de la fe. En la columna central, el parteluz, Santiago, el Apóstol, el enviado de Cristo que nos ha transmitido esa fe. Entra por la fe, por la puerta, que es Cristo, diciendo: “Creo en un solo Dios...”
El abrazo al Apóstol
La vista nos lleva al Altar Mayor, que rodeamos por el lado derecho para subir a dar un abrazo a la imagen del Apóstol que preside el templo.
¡Gracias amigo Santiago, hermano Santiago, por ayudarme a llegar hasta aquí!
¡Gracias por tu persona, por tu compañía, por tu testimonio, por tu legado!
¡Gracias amigo Santiago, hermano Santiago, por ayudarme a llegar hasta aquí!
¡Gracias por tu persona, por tu compañía, por tu testimonio, por tu legado!
Bajo el altar está la cripta, la verdadera meta del Camino: los muros de la antigua tumba y en medio la urna que contiene los restos del Apóstol. Y estás aquí, Santiago, en este extremo del mundo. Hasta aquí has llegado para anunciarnos a Cristo, y aquí permaneces para alentar nuestras búsquedas y nuestra fe. Fortalece mi fe, mi vida cristiana, que tantas veces parece apagarse. Tú el fuerte, tú el intrépido, tú el Hijo del Trueno.
El Sacramento de la Reconciliación
Verás confesionarios repartidos por todo el templo y confesores en diferentes idiomas. En el Camino has descubierto tus heridas, tus infidelidades, tus pecados. En el sacramento de la Penitencia pones tu vida y tu pecado en las manos amorosas y sanadoras de Cristo, para que Él renueve tu existencia. Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.
La Misa del Peregrino
Peregrinos de tantos lugares, de tantos idiomas, nos hemos reunido alrededor de tu Mesa, Señor, de tu Eucaristía. Para sentarnos junto a ti como tantas tardes se sentó Santiago, para estar contigo, para escucharte, para aprender de ti, para que nos alimentes y fortalezcas con tu propia vida, con tu propio Cuerpo.
Iniciando el camino de la vida
Cuando acabes, sal de la Catedral por la puerta Sur, la Puerta de las Platerías. Fíjate en la fachada. En el parteluz, entre los arcos de las dos puertas, hay un Crismón, símbolo de Cristo. Pero las letras están al revés: la Alfa se ha vuelto Omega, y viceversa. El fin se hace principio. La meta del Camino es ahora el comienzo de otro camino, de la nueva vida que empiezas.
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